La experiencia de practicar Yoga en la Naturaleza es la más completa y reconfortante que conozco. Los espacios al aire libre, el mundo natural del que procedemos y del que no deberíamos de desvincularnos, sus elementos, sus lugares mágicos y con encanto, sus silencios y la forma de romperlos, con el soplo del aire, o el murmullo de un río, es estrépito de una cascada o en canto de los paparillos, impregnan la práctica de Yoga con un intangible pero esencial para que la conexión más profunda con el ser interior sea favorecida.
En cuanto tengo ocasión, me escapo a lugares en la Naturaleza, dónde me abro al asombro por descubrir, a la vez que me reencuentro conmigo mismo.